Niebla es lo primero que encontramos cuando abrimos los ojos después del anterior y duro día. No obstante, el ayer estuvo lleno de positividad, a pesar de haber tenido que caminar bastante más por un pequeño error que nos costó otros 15 km para llegar al Monte do Gozo, donde acabamos durmiendo en un albergue curioso, en el cual los responsables sólo sabían inglés o polaco. No en vano, dicho albergue está dedicado al Papa San Juan Pablo II; gran referente nacional para Polonia.
Tras una larga noche de descanso, un poco más extensa que todas las demás de este camino, tuvimos que buscar un lugar donde desayunar; llenos de positividad, nos dirigimos hacia el final del Camino en este trayecto donde compartimos aventuras, anécdotas y una nueva filosofía de vida.
Tras caminar 5 km en ayunas llegamos al bar donde desayunamos y cargamos aún más nuestras energías. Tanto, que las canciones salían solas, y, ustedes, mis lectores, saben que cantar alegra el corazón, y más si vas cantando una muñeira de Galicia.
Cuando llegamos a la Plaza del Obradoiro nos abrazamos como símbolo de esa unión que se formó durante todos estos días. A media mañana entramos en la Catedral para dar el abrazo al Apóstol y rezar un Credo recordando a todas nuestras familias y a todas esas personas que no conocíamos de nada, pero que tras abrirnos al «mundo», descubrimos como personas entrañables e íntegras con un gran sentido del humor.
Después de la Misa del Peregrino, en la cual no tuvimos la fortuna de ver bailar el botafumeiro, fuimos a comer a un restaurante típico del lugar: «Casa Manolo», donde quedamos satisfechos. Luego decidimos acercarnos a la playa de Vilagarcía de Arousa, donde quedamos limpios y descansados, como diría un viejo conocido.
Ahora ya hemos regresado cada uno a nuestra casa, pero nos acordaremos de estos grandes momentos compartidos. Ha sido un placer el haber compartido con todos vosotros estas líneas. Ahora recordad: Caminad por esta vida compartiendo todo y siguiendo las flechas del camino…